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«La mayoría de la gente no intenta cumplir sus sueños…»

La mayoría de la gente no está intentando cumplir sus sueños. Está intentando no fallar.

La mayoría de nuestras acciones no van encaminadas a conseguir lo que queremos, sino a no fracasar. Intentamos no quedar en ridículo, no meter la pata, intentamos que no nos rechacen, o que no se nos note que tenemos verdadero interés.

Todo para protegernos; para que, si fracasamos, no parezca que hemos fracasado. Ante los demás y ante nosotros mismos.

Sin embargo, resulta que esa es, justamente, la receta para el fracaso.

Porque si lo que estamos intentando es no fallar, eso es lo conseguiremos. No fallaremos. Pero no conseguiremos nuestro sueño, porque nuestro objetivo principal era no fallar. Y en la vida consigues lo que persigues.

¿Cuál es la receta, entonces, para triunfar en un proyecto, en un área de tu vida, ya sea personal o profesional? Toma nota:

Quemar las naves. Es decir, darlo todo y hacer que el regreso sea imposible.

Probablemente habéis oído la expresión «quemar las naves». Tal vez sabéis que la leyenda dice que viene de una campaña de Alejandro Magno. Al parecer, al llegar a la costa Fenicia, Alejandro Magno observó que sus enemigos le triplicaban en número y que su tropa se veía derrotada antes de pisar el campo de batalla.

Inmediatamente, mandó quemar todas las naves que los habían llevado hasta ahí: de esa forma, sus hombres no podían huir y, por tanto, la única manera de evitar la derrota (evitar el fracaso) era darlo todo, ganar la batalla y regresar en los barcos de su enemigo derrotado.

Por supuesto, cuenta la leyenda que lo consiguió y que Hernán Cortés hizo algo similar, siguiendo sus pasos, en el siglo XVI.

Mientras tengamos oportunidad de cubrirnos las espaldas y evitar el fracaso, el ser humano tiene esa tentación. Por lo tanto, es mejor eliminar la opción. Tenemos otra expresión que significa algo similar: saltar sin red. O el refrán «No se puede nadar y guardar la ropa«. El agua represente lo inestable, algo movedizo, cambiante… La tierra firme, la seguridad, la zona de confort. No se puede hacer ambas cosas a la vez. O te lanzas, o te quedas en el borde mojándote los pies. Pero en ese caso es difícil que llegues al otro lado de la piscina.

De lo contrario vives una vida de puertas entreabiertas. Asomamos la cabecita, sacamos un pie y lo mojamos un poco en el agua, pero no abrimos la puerta al completo, no saltamos a la piscina. Es verdad que si lo hacemos, si saltamos sin red, nos podemos pegar un batacazo, qué duda cabe: si invertimos mucho tiempo y ahorros en un proyecto y luego fracasa, tal vez seremos un hazmerreír; si nos decidimos a declarar nuestro interés abierto por una persona, nos pueden rechazar; si anunciamos a bombo y platillo que vamos a llevar a cabo un proyecto que puede no salir bien, podemos perder nuestra reputación…

Pero si no lo hacemos así, si no lo damos todo (hasta el punto de que, si fracasamos, habremos hecho un ridículo espantoso), lo más probable es que, simplemente, no lo consigamos. Porque nuestro mayor interés era no quedar mal, no ser rechazados, no fracasar. Y eso es lo que hemos logrado.

¿Qué opinas? ¿Te has lanzado alguna vez a quemar las naves?

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Comentarios

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  2. Maria Dolores Garrido

    Sí. Me he tirado a la piscina dos veces sin saber nadar.
    No he avanzado apenas, pero me he dado cuenta de que floto. Con paciencia es posible que termine nadando. Cuando alguien se ría (aún no he visto risas, lo que no quiere decir que no lo hagan en silencio) pensaré que es una autodefensa porque me atrevo a hacer algo que ellos no.
    Pienso que no fracasa quien lo intenta; fracasa quien no se atreve a intentarlo.

    1. Perfecta «autodefensa», me encanta 😀 Si que sí, para conseguir algo, de hecho, hay que pasar por muchos fracasos antes. ¡Abrazos!

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