Las mejores novelas de ciencia-ficción (6): Solaris
El polaco Stanislaw Lem puede considerarse una de las mentes más originales y brillantes de la ciencia-ficción. Por ejemplo, por dotar a este género de un saludable e inteligentísimo sentido del humor. Una de sus obras maestras, «Viajes a las estrellas«, es una colección de cuentos en los que, siguiendo las peripecias del astronauta Ijon Tichy perdido en el espacio, vamos descubriendo diferentes planetas y sociedades: sátira tras sátira de la civilización actual y, en especial, de científicos, filósofos e intelectuales. Vamos, un Gulliver del Siglo XX pero con mucha mucha ironía y risas.
La novela que escojo para el top ten, «Solaris«, es, junto a los relatos y a «Ciberada», una de sus obras más conocidas. Para el que no haya visto la película -cualquiera de sus versiones, la de Tarkovski, más fiel a la historia original y más larga, o la reciente versión de Steven Soderbergh, que no está mal- la historia es emocionante, tierna y filosófica… Copio de la wikipedia:
«La novela empieza con la llegada a Solaris del psicólogo Kris Kelvin, venido a esclarecer recientes problemas de conducta en la tripulación de la única estación de observación solariana. Pronto se percata de que las cosas no van bien, al notar el desorden y abandono de las instalaciones y la conducta errática de los dos tripulantes que sobreviven. El primero que ve (Snaut) lo recibe con miedo y recelo y el segundo (Sartorius) rechaza salir de su habitación. El que debería ser el tercero, Gibarian, se había suicidado pocos días antes de su llegada.»
Visto así, parece una trama de intriga, pero la novela va mucho más allá de las historias de «corredor-puerta-monstruo-susto» o incluso del puzzle de las historias «whodunnit» (¿quién lo ha hecho? tramas de detectives y misterio). «Solaris» abre toda una reflexión sobre la felicidad, o, mejor dicho, la incapacidad del ser humano para llegar a ser feliz. Vamos, que el maestro de la comedia futurista se pone serio y consigue llegar incluso más alto que haciendo reír.
Además, Lem maneja a la perfección los recursos del escritor y por ello la trama se va desarrollando de forma sólida, coherente, y palpitante a través de los personajes, sobre todo del protagonista, de sus elucubraciones, deseos y miedos. En suma, una delicia, no exenta de cierto surrealismo. Quien no conozca a Stanislaw Lem, ésta es una perfecta forma de asomarse al extraño planeta en el que habita. (O habitaba, porque murió, desgraciadamente, murió el año pasado).
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