
Alguien leerá lo que escribes: 3 claves a tener en cuenta
Aunque es perfectamente lícito escribir solo para nuestro propio placer, sé que la mayoría de las personas que visitan este blog escriben pensando en que, más tarde, alguien leerá sus relatos o novelas. Una persona que, en el futuro, disfrutará de nuestros escritos y nuestras historias.
Por eso es muy importante tener a esa persona en cuenta desde el principio, ser conscientes de que escribimos pensando en ella. ¿Qué esperará de nuestros textos? Por supuesto, esperará que escribamos bien, que escribamos lo mejor posible. Que le hagamos volar y fantasear. Que le hagamos creerse en ese otro lugar, ser esa otra persona y emocionarse con lo que ocurre en nuestra historia.
Para conseguirlo, hoy repaso tres claves muy importantes, que suelo repetir muchísimo en mis talleres literarios, y que son fundamentales para que quien nos lee llegue a emocionarse con nuestros textos. Anótalas y tenlas siempre en cuenta a la hora de escribir.
Aquí van:
1/ La persona que te lea tus escritos se imaginará todo en su cabeza como una película
Eso significa que todo el tiempo hay que pensar siempre en esa persona. Cada frase, cada párrafo, cada descripción y cada giro del argumento.
¿Le quedará claro lo que he querido decir? ¿Se habrá perdido en las vueltas de la trama? ¿Se habrá dado cuenta de que los protagonistas no se quieren? ¿Habrá entendido que en este diálogo hay tres personajes hablando?
Y, profundizando un poco más, no olvides que
Cuando alguien empieza a leer, ve toda la historia en su cabeza como una película. Clic para tuitearEs así. Y también te pasa a ti, ¿verdad?
Comenzamos el libro y, de repente, estamos en una casa de madera en Minesotta, hace frío, y somos un señor mayor que cuida de una niña y alimenta la chimenea. Por la ventana se ve la montaña nevada y escuchamos una contraventana que golpea contra el marco del cristal empujada por el viento helado.
Lo has visto, ¿verdad?
Cada pequeño detalle visual que damos es parte de esa película. Cada sonido, cada olor, cada nueva imagen nos mantiene allí, en vilo, en ese estado mágico en el que no somos nosotros, sino el protagonista de la novela.
Cómo mantener la película en marcha
Tomad nota de estas tres claves:
- 1/ Las imágenes que proporcionas es lo único que va a VER la persona que te lee. Lo que no describes, no existe. Por ejemplo: si dices que el personaje cruza plaza de un pueblo y llega a la esquina…. pero no cuentas que hay un mercado lleno de gente, el lector/a no lo ve. No se puede imaginar lo que no le dices O sea, que si más adelante le hablas del «mercado de la plaza» o de «la gente de la plaza», esa persona se quedará de una pieza. «Pero, ¿había gente en la plaza? No vi nada«.
Una buena técnica para evitar esta -muy común- confusión de la persona que nos lee es imaginarte primero la «película» en tu cabeza. Párate a analizar con detalle la escena que estás viendo: imágenes, sonidos, colores, sensaciones… y descríbeesela luego al lector.
- 2/ Si no das detalles sobre los personajes (sobre todo del personaje protagonista) la persona que lea se los imaginará… y luego pueden ser erróneos. Uno de los fallos más comunes que encuentro en los relatos o novelas en mis talleres es que comienza la historia y no sabemos si el personaje es hombre o mujer, o niño o adulto…o fantasma (o ningún dato). Cuidado, porque entonces el lector le atribuirá al personaje, generalmente, su propio género y edad, y luego puede estar totalmente equivocado.
Si comienzas la historia imaginando (por falta de datos) que la protagonista es mujer, de ciudad, y de mediana edad y, de repente, descubres (cuando por fin el texto proporciona algún detalle concreto) que es un hombre joven… te quedas descolocado. Cuando eso ocurre, hay que comenzar de nuevo a leer la historia, desde el principio. ¿Por qué? Muy sencillo: no era la historia correcta. La persona que la lee se ve forzada a»rebobinar» toda la película y comenzarla de nuevo para verla tal y como es.
¿Qué ocurre entonces? Que el lector/a se «sale» de la ensoñación. Y este es el peor pecado para quienes escribimos: hacer deje de seguir leyendo.
- 3/ Las faltas de ortografía, gramática o errores tipográficos… también rompen la «magia» de la película. Es como si estás en el cine, en las escenas finales cuando estás a punto de descubrir quién es el asesino, y de repente… a alguien en la sala le suena el móvil. Qué chasco, ¿no? Esa pequeña acción te devuelve de golpe a la cruda realidad: no, no eres un detective atractivo e inteligente que va a destapar una conspiración internacional. Sólo estás sentado en un cine comiendo palomitas.
Pecado mortal. La persona que lee, al igual que quien va al cine, quiere VIVIR LA HISTORIA. Quiere empatizar con el personaje, sentir lo que él/ella siente. Cualquier cosa que le saque de ese mundo -aunque sea una tilde o una coma mal puesta- y que le recuerde que eso no es real, sino un texto escrito por alguien, es la peor canallada que podemos hacerle a un lector.
Recuerda esto:
Existe un pacto tácito entre quien escribe y quien lee: «Yo te voy a contar una historia como si fuera verdad, y tú vas a leerla y vivirla como si lo fuera«.
Cualquier cosa que rompa ese pacto atenta contra la misma esencia de la literatura.
Así que ya sabes: pase lo que pase, que no se te olvide pensar en esa persona que te leerá, y mostrarle todos los detalles necesarios para que la VEA y, por tanto, la disfrute y se la crea.
2/ La persona que lea tus escritos se emocionará más cuanto más afecte la historia a tu personaje principal
Obviamente, influyen muchos factores en lo interesante que pueda ser una historia: desde el ritmo narrativo o el manejo de la tensión hasta la propia redacción (argumentos a priori sosos pueden cobrar nueva fuerza si la voz narradora tiene personalidad). Pero hay un elemento que es imprescindible, absolutamente imprescindible, para que tu relato o novela tenga interés.
Apunta esta regla de oro:
La trama es más interesante cuanto más afecta a la vida del personaje.
¿Obvio? No tanto. Muchas veces me he encontrado con relatos en los que el personaje, simplemente, tenía una discusión intrascendente con un amigo, o perdía una cartera que volvía a encontrar enseguida. El personaje estaba tranquilo, puesto que lo sucedido no afectaba a su vida prácticamente nada; o, al menos, no le afectaba en algo realmente importante.
Sin embargo, aquellos relatos o novelas en los que el conflicto del personaje puede alterar gravemente su vida… ¡ah! Eso es otra cosa. Si el personaje puede perder todo lo que tiene, se arriesga a sufrir una humillación, o a ser dado de lado por sus amigos, si le rompen el corazón… entonces la persona que lee, automáticamente, sentirá mucho más interés por lo que ocurre en nuestra historia.
No es necesario que esté en juego su vida: simplemente tiene que notar que lo que le ocurre al personaje le resulta importante . De esa forma, también será importante para el lector.
Por eso las películas o libros de James Bond (por ejemplo) son emocionantes sólo hasta cierto punto: James no se suele alterar, ni despeinarse, mientras acribilla a decenas de enemigos con sus armas super-modernísimas. Y sabemos, seguro al 100%, que no va a morir y que va a ganar al malo mientras remueve tranquilamente su Martini. Son películas de consumo rápido, pero no dejan huella en el lectoespectador.
Un libro, una película, un relato o una serie en el que de verdad el/la protagonista se vea afectado, hasta el fondo, por los acontecimientos y por cada decisión que toma siempre será mucho más emocionante.
Así que ya sabéis: dejad que vuestros personajes metan la pata y que lo que ocurra les ponga la vida patas arriba. Además, es la forma que tienen de aprender… como nosotros 😉
Además, otro aspecto importante para que la persona que lee se emocione con la historia es narrar lo que tu personaje principal piensa y siente ante los acontecimientos. Son seres humanos (o, al menos, seres vivos, ¿no?) y como tales se verán afectados por cada evento, por cada decisión, por cada patinazo o por cada sorpresa.
En estos dos artículos repaso extensamente cómo mostrar lo que sienten nuestros personajes y también lo que piensan. No te olvides de ir incluyéndolo cada poco. La persona que lee empatizará así mucho mejor con lo que le sucede a tu protagonista, incluso aunque sea un señor de 80 años de la Edad Media, una niña ciega, o un extraterrestre de la estrella Beta Centauro.
Recuerda que no empatizamos con los personajes: empatizamos con lo que SIENTEN los personajes (de hecho, «pathos«, en griego antiguo, significa emoción). Da igual quién o cómo sea tu personaje, podemos empatizar, y emocionarnos, con su rabia, con su dolor, con su miedo, con su alegría o con su esperanza… Pero eso sí, no te olvides de mostrarnos lo que va pensando y sintiendo, para ayudarnos en todo este proceso.
3/ La persona que lea tus escritos disfrutará mucho más si logras que se cree expectativas de lo que va a suceder
Por último, un apunte sobre la verdadera naturaleza de la escritura, ahí donde se encuentra su tarea más genuina, es esta (y no debemos olvidarla):
Escribir es un crear expectativas.
¿Qué significa esto exactamente? Que a cada paso de nuestra obra (sea relato, novela, guión…) generamos intriga en el lector. No solo logramos que se pregunte “qué va a pasar ahora” -la pregunta mágica de toda tensión dramática- sino que además hacemos que él mismo anticipe los acontecimientos futuros de la historia. O, más bien, que lo intente, jeje 😀
Lo veremos claramente con un ejemplo: Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. Un clásico de la literatura y que tiene algunas adaptaciones bastante buenas a la pequeña y gran pantalla. Si no lo has leído (o visto), este es un momento inmejorable para ponerse al día 😉
Vamos a ver cómo Austen va generando expectativas en la persona que lee:
Paso 1: La historia comienza con la familia Bennet, que se entera de que han venido unos nuevos (y solteros) vecinos ricos a su pequeña localidad. La señora Bennet quiere casarlos con alguna de sus hijas. Hay un baile, al que estos señores (Bingley y Darcy) asistirán.
-> Expectativa: el lector ya anticipa que allí se van a conocer y tal vez a enamorar de ls hijas mayores de los Bennet, Jane o Lizzy, la protagonista.
Paso 2: Efectivamente, allí las chicas Bennet conocen a Bingley y Darcy. Jane y el sr Bingley se gustan instantáneamente.
-> Expectativa: el lector anticipa que Lizzy y el sr Darcy se van a gustar.

Darcy rechaza bailar con Lizzy
PERO sucede lo contrario: el orgullo de Darcy hace que rechace bailar con ella y a ella le sienta como un tiro (hablando mal y pronto).
Paso 3: Jane es invitada a Netherfield, la casa de los Bingley, donde debe quedarse unos días porque se ha resfriado y Lizzy va a visitarla.
-> Expectativa: el lector cree que ahora es cuando Darcy se va a dar cuenta de que ha metido la pata con Lizzy y Lizzy va a ver que no es tan mal muchacho.
PERO sucede lo opuesto: los personajes siguen chocando, agravada la tirantez por la intromisión de la hermana de Bingley, que está enamorada de Darcy.
Paso 4: Bingley decide dar un baile en honor a Jane.
-> Expectativa: el lector está convencido de que ese baile sellará el compromiso entre el sr Bingley y Jane y que Lizzy podrá pasear al guapo sr Wickham ante las orgullosas narices de Darcy y darle una lección.

Todo son desencuentros entre Lizzy y Darcy
PERO nada de eso sucede: Wickham no acude a la fiesta y la familia Bennet provoca tal bochorno y vergüenza ajena con su comportamiento que al día siguiente Bingley y Darcy se van a Londres para no volver.
¿Veis a lo que me refiero?
El lector, con la información que hábilmente va proporcionándole la autora, intenta anticiparse a lo que va a ocurrir. Se deja guiar por las pistas de Austen, por los tópicos de las novelas del mismo estilo y por su deseo de que todo salga bien para las protagonistas. Y, una vez tras otra, la escritora le sorprende, generando, además, una nueva expectativa.
¡El lector, literalmente, no puede dejar de leer! A cada paso desea saber si lo que ha imaginado es, realmente lo que va a suceder. Dominar la creación de expectativas requiere habilidad, pero el primer paso -como siempre- es ser conscientes de que esa es nuestra verdadera tarea: atrapar al lector en las páginas.
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