
La noche será larga o la ausencia de diálogos
En mis talleres no me canso de hablar de lo importante que es introducir diálogo en nuestros relatos o novelas. Los beneficios de hacer hablar a los personajes son tantos que podría escribir 10 posts sobre este tema (y quizá lo haga).
El escritor Eduardo J. Carletti, afirma que «El diálogo da vida y fluidez a una historia. Quita el centro de atención del discurso del escritor y lo lleva a los personajes.» Añado yo que además ayuda a dibujar a los personajes, a darles realismo y personalidad propia. Hace descansar la vista rompiendo los largos párrafos descriptivos. Es una herramienta fantástica para hacer avanzar la acción de forma natural.
Y así podría seguir y seguir; sin embargo, hoy me gustaría detenerme en esto: los diálogos nos muestran segundo a segundo lo que ocurre en la historia. Lo vemos delante de nuestras narices, como una película, como la vida.
Ayer recibí el libro «La noche será larga«, de John David Morley. Empecé a leerlo con ilusión: un clérigo recibe una caja en la que hay un cuerpo, el cuerpo de un hombre que ha vivido 500 años. Intrigante, ¿verdad? El hombre comienza a contar su historia, y al poco me doy cuenta de que algo va mal.
Todo parece un largo resumen. El autor va narrando lo que ocurre, en pasado, en tercera persona (cero empatía con el lector, por tanto) y… sin un solo diálogo. Tras 25 páginas, empiezo a mirar adelante y contemplo, con horror, cómo los capítulos avanzan uno tras otro sin diálogo ninguno. Las primeras 160 páginas sólo contenían cuatro líneas de diálogo.
La lectura era agotadora. No sólo porque faltaba el frescor de escuchar las voces de los personajes, o por lo largo de los párrafos, sino porque continuamente tenía la sensación de que estaba esperando que la historia comenzara. Sin diálogos, -sin escenas, por tanto- la novela parece el resumen de otra historia. Como si un amigo te cuenta una película que ha visto en el cine. Resumida, sin ver delante de ti lo que ocurre, segundo a segundo, sin oír a los personajes… imposible disfrutarla tanto como él.
En suma, el título era premonitorio: «La noche será larga». El autor pensará que el que avisa no es traidor. Pero, desde luego, yo pasaré la noche con otro libro. Uno que me narre la historia aquí y ahora, delante de mí, para que yo pueda disfrutarla instante a instante. Como la vida.
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